Educación emocional. Naturaleza. Psicología. Autoayuda. Ilusion. Educación. Resiliencia. Motivación. Coaching.
Emotional education. Nature. Psychology. Self-Help. Illusion. Education. Resiliency. Motivation. Coaching.
Podríamos decir que Internet potencia, amplifica, aumenta, principalmente a nivel cuantitativo, muchas de las experiencias de lo humano. Entre ellas el conocimiento del entorno en el que se vive, con una exposición a la información de medios, personas, fuentes, verdades y mentiras, mayor que nunca antes en la historia. Si sumamos a esto la soledad, la falta de acompañamiento frecuente por parte de los adultos a unos jóvenes aún necesitados de apegos seguros y el contexto de pandemia, guerras, discursos del odio, etc, que vivimos, el resultado es una generación que ha perdido en las últimas décadas muchos aspectos de la infancia ganados en otras.
Todo ello puede derivar en una generación de la esperanza y la responsabilidad que nos mejore, pero también en una generación desilusionada y deprimida, con altos índices de ansiedad, depresión y suicidio que hemos visto en otros artículos. Pero, ¿de qué depende?
El adecuado ajuste del proceso de ilusión-desilusión es esencial. Y para ello debemos, no tanto impedir sino fomentar la ilusión además de enseñar a lidiar con la desilusión que acompaña la frustración de no conseguir lo que se quiere.
La tolerancia a la frustración es uno de los indicadores más importantes de la madurez, la resiliencia y la felicidad humana en la vida adulta. Se trata, de nuevo, de un proceso y educar la frustración puede ser nefasto si no parte de una primera etapa de fomento y acompañamiento de la ilusión.
Nos hablaba de todo ello el psicólogo evolutivo Winnicot. Su teoría, como la de muchos otros psicólogos, contradice lo que en muchos casos hicieron con sus hijos generaciones de padres y educadores grises, herederos de tiempos peores: «No te hagas ilusiones» era la frase estrella, origen de un problema esencial. Dicho de otro modo, aprender a superar las desilusiones es mucho mejor que no tenerlas, sembrar, cuidar, amar, sabiendo que puede salir mal pero también bien, es mejor que nunca intentarlo.
En los términos de este importante psicólogo, en 1958, se considera habitualmente que la desilusión ofrece un potencial sustancial evolutivo y terapéutico, resultando una de las vías hacia la independencia y la identificación y, por tanto, hacia la madurez. La desilusión a menudo implica un desplazamiento desde distintos tipos de seguridad omnipotente propios de la infancia hacia organizaciones psicológicas más prácticas, realistas y, en último lugar, más satisfactorias. Generalmente, la experiencia de la desilusión es similar a la de la pérdida y el duelo: decepción, tristeza, sufrimiento y a veces ira y depresión. La desilusión no resuelta puede dar lugar a diversas reacciones negativas y defensas, incluyendo la idealización, la amargura, el sufrimiento, el afán de destrucción y la depresión.
«La tolerancia a la frustración es uno de los indicadores más importantes de la madurez, la resiliencia y la felicidad humana en la vida adulta»
Pero para todo ello, debemos fomentar también la capacidad de formación de ilusiones, necesaria para una experiencia vital gratificante.
En la teoría de Winnicott, la ilusión tiene sus raíces en la relación padres-hijos. Los buenos padres idealizan a sus hijos, les tratan como lo más importante, con un amor infinito, desarrollando un cuidado abnegado y sacrificado que asegura el bienestar físico y psicológico del bebé, así como la supervivencia de la especie humana, especialmente en su forma familiar nuclear actual. Con el tiempo se irán cediendo las riendas, se irá tolerando la frustración de los hijos, de forma adaptativa, según la capacidad cada vez mayor del joven para manejar su fracaso.
Hemos hablado antes aquí de educar en la esperanza, de dejar atrás visiones que consideran que una ilusión, una esperanza excesivas pueden derivar en una ingenuidad que nos haga más vulnerables ante los peligros de las sociedades actuales. Imaginar, proyectar, desear futuros mejores e ilusionarnos con ellos. Enseñar a tomar impulso y lanzarse a por cada sueño, conscientes de que tendremos que ayudar a frenar, ajustar, cambiar el rumbo de vez en cuando pero siempre sin parar, debe ser tarea esencial para los buenos padres y maestros en tiempos en los que la esperanza, aunque una mirada a los medios y redes lo desmienta a veces, aún es posible.