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  • 19-10-2023 | Jesús Jiménez
  • «Edupaz o educar para la paz y no solo sobre la paz. Una misión trascendente para la escuela como institución y compartida con familias y sociedad. Y más en este mundo recorrido por guerras, fanatismos y violencias sin cuento»
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Edupaz o educar para la paz y no solo sobre la paz. Una misión trascendente para la escuela como institución y compartida con familias y sociedad. Y más en este mundo recorrido por guerras, fanatismos y violencias sin cuento.

Gaza, Ucrania y tantos otros conflictos y guerras olvidadas. Un profesor más asesinado en el mundo «civilizado». Terrorismo y fundamentalismo. Violencia y asesinatos machistas en nuestro país. Muertes en pateras cruzando los mares. Y así, un rosario de desgracias y miserias que cada día llenan las redes y los medios de comunicación. La escuela no puede seguir como si no pasara nada, sino actuar en dos frentes nada enfrentados sino complementarios y hermanados.

Uno, educar sobre la paz. Es importante conocer lo que pasa en el mundo actual. En este momento, cuando suenan tambores de guerra en varias zonas del planeta y se masacran a poblaciones enteras, se hace más precisa que nunca una educación sobre la paz y para la comprensión internacional, intentando entender las pautas de actuación de unos y de otros contendientes. Teniendo en cuenta la edad y el nivel del alumnado, parece conveniente proporcionarle información lo más veraz posible sobre la situación internacional. Utilizando prioritariamente la prensa y otros medios, en las aulas se pueden analizar (y tratar de entender, en lo posible) los conflictos actualmente existentes, sus repercusiones en las poblaciones afectadas tanto en los derechos humanos como en el medio ambiente, las posturas de las grandes potencias y bloques geopolíticos y el papel que juegan los organismos internacionales teóricamente creados para dar estabilidad al ordenamiento mundial.

Esa educación sobre la paz no es específica de área o materia curricular alguna ni se imparte en un curso determinado. Ni puede constituir una asignatura más en un ya recargado currículo ni traducirse únicamente en una suerte de educación cívica. Ni reducirse a un día anual por la no violencia o a una campaña escolar, que están muy bien pero no son suficientes. Es mucho más, fundamentalmente si se entiende el término «paz» desde una concepción positiva, como proceso dinámico que comienza por las relaciones interpersonales y pretende abrir nuevos círculos de solidaridad.

«Educar para la paz no debería quedarse en un listado de deseos escritos en el viento sino traducirse en un compromiso de la institución escolar para que todos sus componentes aprendieran (y lo practicaran) a no ser indiferentes ante lo que sucede en la actualidad, sea a su alrededor o a muchos kilómetros de distancia»

Dos, educar para la paz. Un paso más. Antes de nada, conviene plantearse varias preguntas para así pisar tierra firme y no flotar en la nube de las buenas intenciones. ¿Qué valores morales pueden transmitirse desde la escuela cuando lo que socialmente se prima es el individualismo y la competición caiga quien caiga? ¿Qué argumentos le quedan al profesorado para promover el respeto y la tolerancia cuando la violencia se extiende como una mancha de aceite en ambientes sociales cercanos y lejanos? ¿Qué conceptos pueden desarrollarse sobre la paz y qué inteligencia formarse frente a la malsana y estúpida «lógica» de la guerra y la carrera armamentística?

Y una vez obtenidas las respuestas, avanzar con decisión. Porque a pesar de todo, todo es posible. La escuela tiene mucho que decir si pierde su falsa «neutralidad» y se transforma en instrumento de desarrollo de hábitos de solidaridad, justicia y libertad. En ese sentido, educar para la paz no debería quedarse en un listado de deseos escritos en el viento sino traducirse en un compromiso de la institución escolar para que todos sus componentes aprendieran (y lo practicaran) a no ser indiferentes ante lo que sucede en la actualidad, sea a su alrededor o a muchos kilómetros de distancia.

Ese compromiso de construcción de la paz ha de remarcarse en los documentos y programas institucionales, singularmente en los proyectos educativos de los centros, y hacerse realidad en el día a día de las aulas.

Porque esa educación para la paz conlleva una nueva forma de aprender y enseñar entroncada con la vida, donde la escuela promueve la formación de valores éticos y actitudes sociales positivas. Ningún tipo violencia puede ni debe anidar entre los pupitres.

La educación para la paz es o debiera ser una misión compartida entre la escuela y el resto de instituciones y asumida como algo habitual por las familias, los medios de comunicación y la sociedad en su conjunto. Si no es así, se corre el riesgo de que la laboriosa concienciación que muchos docentes intentan hilvanar en sus clases vaya destejiéndose de puertas afuera de la escuela.

Conocimiento y reflexión sobre los conflictos bélicos y otros muchos problemas existentes en el mundo actual y entendimiento personal y colectivo para evitar y resolver aquellos conflictos que se producen en el entorno más cercano. Educación sobre la paz y para la paz: edupaz.

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